¿Por
qué nos molestan tanto las rabietas de los niños? ¿Por su intensidad?
¿Por su frecuencia? ¿Por los sentimientos que nos generan?
Es verdad que suelen desencadenarse en los momentos más inoportunos e indeseados, muchas veces en público.
Pero
también es cierto, que gran parte de las rabietas son consecuencia de
mostrar su rechazo a algo que nosotros queremos que hagan.
Y esto por supuesto, no nos gusta.
Ni a ellos, que se enrabietan.
Considero que justo ahí empieza una de las grandes contradicciones que como padres transmitimos a nuestros hijos. Todos queremos niños libres y capaces, pero a la vez, los queremos obedientes y dispuestos, y que nos hagan caso cuando nos conviene.
Aunque claro, es por su bien (eso es lo que nos dice nuestro yo engañado para autoconvencernos).
A
lo largo de los diez años que llevo atendiendo a niños y a sus padres
como psicóloga (madre mía cómo pasa el tiempo), he recibido la demanda
de muchas familias sobre este tema.
He
escuchado decenas (por no decir cientos) de veces frases como: es que
siempre se enfrenta, tiene muy mal carácter, a veces es como una
explosión, no se controla, es inaguantable, me monta unos shows, hasta
se pone agresivo/a,… y mi favorita: es que solo quiere llamar la atención.
Ante
estas situaciones, podría sacar todo mi arsenal de teorías de
psicología del desarrollo y explicar a los padres qué son las rabietas,
por qué se mantienen, cómo prevenirlas, cómo se solucionan,…Pero para
eso ya hay muchos libros publicados, y muy buenos (como el de Rosa Jové:
Ni Rabietas ni Conflictos, que por cierto te recomiendo).
Así que lo que suelo hacer es plasmar todo el panorama familiar sobre la mesa y mostrarles la verdad, aunque no guste; un niño que llama la atención, precisamente es que necesita más atención, es la forma desesperada que ha encontrado para expresarlo. Para que los padres entiendan mejor esto, suelo ofrecerles una breve explicación:
La mayoría de padres entienden esto enseguida y
automáticamente hacen un cambio de actitud y miran a sus hijos de
otra manera. Esto, a la vez, provoca de forma refleja un descenso increíble en
las rabietas. Lo he constatado tantas veces.
Es que solo siendo un poco más conscientes de lo que
provocamos en nuestros hijos, nos daríamos cuenta.
Si rebobináramos la película, veríamos que los niños están muy exigidos todo el
día, teniendo que adaptarse al ritmo que les imponemos los adultos sí o sí,
y además, acumulan muchos "NO" todo el tiempo. Cuántas veces
les decimos al día si piden nuestra atención: ahora no, espera, ahora estoy
ocupada, más tarde, espera un momento, estoy haciendo la cena, juega solo,...
Y a todo esto, ¿mi hija tiene rabietas? Pues claro que sí, y muchas veces
ponen a prueba nuestra paciencia. Pero tenemos algo que nos funciona como
padres, y que nos suele salir de forma casi natural; cuando uno entra en el
juego rabioso del enfado, el otro permanece a la escucha, más sereno, y observa
el trasfondo de esa llamada.
Porque un niño que tiene una rabieta nos está
diciendo dos cosas:
Por una parte, necesita expresar todo lo que lleva
dentro, y hay que dejarle que lo haga. (La mayoría de veces queremos que se
calle cuanto antes, en parte, porque de forma inconsciente, su rabia y su
llanto despierta el desamparo infantil que sufrimos nosotros mismos de niños y
con el que no queremos entrar en contacto. Pero lo único que hacemos así es
enseñarles a reprimirse).
Y por otra, nos está llamando a gritos desesperados,
para que le miremos de verdad, y conectemos con él/ella.
Así que, aceptemos las rabietas, y escuchémoslas, son
mensajes.
<<Lo que niegas te somete, lo que aceptas, te
transforma. – C.G. Jung>>
No estoy en contra del enfado. Debo
reconocerlo. En mi vida he aprendido a valorarlo, pues cada vez que me
enfadaba era porque algo dentro mío me estaba queriendo decir que no
estaba de acuerdo, que no era feliz…que no estaba bien.
El enfado me ha permitido poner límites.
Decir “¡BASTA!, NO PUEDO MÁS CON ESTO”, parar, detenerme a mirarme, a
escucharme. He debido aprender a canalizar mi enojo si, y también a
darme permiso para estar enfadada. De niña parecía que estaba mal
enfadarme. No nos daban derecho a protestar, a manifestar nuestro
malestar cuando no nos tenían en cuenta.
Con mi hija aprendo a aceptar su enfado.
Sin juzgarla, sin criticarla. No estoy dispuesta a reprimir su emoción.
Ayer en la calle se enfadó mucho por algo que no quise comprarle (aunque
claramente sé que su enfado no fue por eso sino que venía acumulándose a
lo largo del día y de la semana) y estuvo llorando a grito pelado. De
tanto en tanto me pegaba, me escupía, me insultaba. De repente me giro y
veo que una señora mayor se acercaba a la vez que se llevaba el dedo
índice a la boca dirigiéndose a mi hija mientras decía “Shhhhh”. Bueno,
en ese momento la enfadada fui yo. La mandé a callar a la señora y
respetuosamente le dije que no se metiera, pero me cabreó tanto su
interrupción. ¿Por qué debemos silenciar a lxs niñxs cuando expresan su enfado? ¿Por qué debemos contenernos cuando nos enfadamos?
Claro está que no hablo de que vayamos por ahí propinando insultos,
golpes o más por la vida, sino que hablo de permitirnos nuestros
pequeños enfados, mirarnos, hacer una pausa para escucharnos y ver de
qué manera puedo sentirme mejor, para evitar convertirnos en
monstruos-devora-todo.
Volviendo a mi hija, tenía claro que yo
soy su madre, su persona de confianza, con quien puede mostrar todo lo
que es y/o necesita sacar de sí misma. Sé que puede sentir un aluvión
de sentimientos contradictorios hacia mí y que eso puede conflictuarla
sino se lo permito-. La acepto. La amo como es. No soy capaz de reprimir
su enfado, de distraerla, de callarla. No soy capaz porque aún ante la
mirada de todos los desconocidos que pasaban por allí mirándonos, mi
hija era lo único que me importaba. Yo tampoco estaba dispuesta a ceder
en la decisión que había tomado. Y cuando finalmente se calmó (tuve que
negociar porque realmente teníamos que irnos), al final de tanto
desgaste emocional, buscó mi mano. Necesitaba el contacto físico. Yo por
mi parte sentía enfado por no poder tranquilizarla y por su demanda,
pero también sabía que soy su madre, y la fuente de su contención y
amor. No la premié, pero la abracé, le hablé diciéndole que la sabía
enfadada y en desacuerdo con mi opinión y que a mí también me enfadaba,
pero aún así, mis palabras fueron “Te amo siempre, hagas lo que hagas”.
Estoy segura que no quiero castigar ni
enojarme con mi hija por su manera de expresar su enfado, ni por las
emociones que puede o no gestionar. Me llama la atención que existan
artículos sobre cómo “Controlar las emociones” o cómo “controlar las
rabietas”, cuando es algo que necesita acompañamiento, paciencia, amor y
no tomarnos el enfado como algo personal, sino poder “ver” al otro/la
otra con todo su Universo de experiencias que lx conducen a sentirse
así.
Aquí comparto algunos consejos que he recibido para acompañar a nuestros hijxs en la expresión de sus necesidades:
Si notan que están con necesidad de pegar, buscar juegos, objetos, en los que la norma sea descargar. Ej.: guerra de almohadas, pegarle a cojines, peluches, etc.
Empujar: este juego se realiza para que ellos
puedan utilizar su fuerza física, cuando vemos que empujan a otrxs
compañeritos, por ejemplo. Cogemos un cojín y nos ponemos detrás de él,
enfrentadas a nuestrx hijx. Le pedimos que nos empuje a través del cojín
y nosotros ofrecemos resistencia pero por momentos cedemos, para que
puedan tener ambas sensaciones. Es un juego muy liberador para ellxs.
Arrojar objetos. A veces pasan por períodos que
necesitan arrojar cosas. Podemos proponerles juegos de este tipo
eligiendo previamente algunas opciones para que ellos puedan arrojar.
Ej.: juguetes de plástico que hagan ruido y que nos dé igual que puedan
sufrir alguna avería, pelotas contra la pared, etc. Suelen preferir
algún objeto que haga ruido al chocarse con la pared o el suelo.
Gritar. Uno de mis favoritos. Salir a un parque o
en un sitio donde nos sintamos con la libertad de gritar y proponerle a
nuestrx hijx que grite y gritar juntxs. Prueba a gritar como loca con tu
hijx, sin temor a ser oída o mirada. Luego me cuentas qué tal te
sientes.
Cuando los observamos podemos percibir que lxs niñxs dan claras señales de necesidades que necesitan manifestar. El juego
puede ser una manera muy saludable de acompañarlos en esta necesidad,
pero no recomiendo sugerírselo en mitad de una disputa/llanto. Dejar que
se manifiesten, siempre que también podamos ser sincerxs con lo que
podemos dar de nosotrxs o lo que podemos tolerar de la situación.
Tampoco como adultos podemos forzarnos a hacer algo que no estamos
emocionalmente preparados para sobrellevar. Por eso será importante que
nos revisemos a diario, que podamos revisar nuestras heridas y
sanarlas. Si realmente estás comprometidx a amar incondicionalmente a tu
hijx, debes saber que el Amor no entiende de expectativas. Amar es
aceptar al otrx tal cual es. Siempre.
Me preguntáis a menudo como se gestionan las rabietas y siempre digo lo mismo, “lo difícil es gestionar nuestra rabieta, nuestro enfado, nuestra frustración”.
Y no sólo es lo más díficil, sino lo principal, porque nosotros, como
adultos, somos el modelo a seguir de nuestros peques. Hoy os doy unos
consejos, trucos o tips que espero os ayuden en la inmensa tarea de
acompañar a vuestros peques de forma incondicional en esta dura -e
increíble- etapa de la aDOSlescencia (las rabietas se producen en torno a
los dos años para manifestar su independencia).
Partimos de la base de que no me gusta mucho el término rabieta, ni berrinche, porque parece que tendemos a usarlos de forma peyorativa; a mi me gusta denominarlos meltdown (yo soy así de petarda, adoro los anglicismos),
porque en el fondo lo que le pasa a un niño que tiene una rabieta es
que ha perdido totalmente el control de sus emociones. Y no, no son
únicas y exclusivas de la infancia, ¿verdad?
La temida
rabieta puede ser una de las experiencias mas desagradables de la
paternidad. Ya sea en público o en privado, puede convertir al instante
en el ser más desagradable y repulsivo del planeta a la persona que es
dueña de nuestro corazón y que mueve montañas con una hermosa sonrisa”
Daniel Siegel (El Cerebro del niño)
No me gustaría lanzarme a los consejos sin antes hablaros de los tipos de rabietas que yo he observado en mis hijas:
- Rabietas prevenibles:
Son aquellas rabietas que podemos evitar los padres, las que podemos
anticipar para evitar o minimizar. Ej: Todas las que tienen que ver con
hambre, sueño, autonomía,… No obstante, que sean prevenibles, no significa que luego nos hundamos en la culpa por no haberlas previsto. A veces aunque prevenibles, son inevitables.
- Rabietas prevenibles pero que no evitamos porque no deseamos modificar nuestra actitud:
Éstas son aquellas rabietas que si quisiéramos podríamos evitar, pero
que no deseamos hacerlo, bien por una cuestión de seguridad (ejemplo,
cinturón del coche, cruzar de la mano, cortar con un cuchillo jamonero),
su salud ( ejemplo, lavarse los dientes, desenredarse el pelo), bien
porque es un límite muy claro que tenemos en casa (ejemplo, no comer en
las habitaciones, no saltar en la mesa). Hay personas que no les gusta
la palabra límite, supongo que es porque sólo la aplicamos a la
infancia, yo pongo límites a mis jefes (mi media jornada, es un límite
que no les gusta un pelo, por ejemplo), a mi familia, a mi pareja y, por
supuesto, a mis hijas. En casa hay pocas normas, pero las que hay, las
cumplimos, y no porque lo mandemos los padres, sino porque para vivir
todos en armonía necesitamos acuerdos. Poco a poco, los límites y las
normas van calando en los niños. Es difícil que un niño menor de
tres años entienda estos conceptos, pero no porque no los entienda,
debemos permitirle que se los salte, lo único que podemos hacer es
acompañarle en su más que lógica frustración.
- Rabietas imposibles de prevenir: Y el tercer tipo de rabieta, que para mí es el verdadero reto, es cuando se produce la desconexión de los hemisferios cerebrales,
a veces puede ser debido a una acumulación de frustración por rabietas
prevenibles -aunque las hayamos gestionado de la mejor forma posible- y a
veces simplemente es por la inmadurez emocional propia de la infancia.
Pase lo que pase, nunca jamás pierdas la conexión con tu hijo/a
Una vez vistas las rabietas, os cuento las estrategias o consejos:
1) Anticípate: El primer consejo es que hagas lo posible por prevenir la rabieta, suena súper fácil, pero no lo es en absoluto. El sueñambre
es una palabra que nos hemos inventado para describir el estado en el
que se encuentra un niño cuando tiene mucho sueño y mucha hambre -Bueno,
no sólo un niño, cuando yo tengo sueñambre, tiembla el mundo-. Es el
detonante número 1 de las rabietas, y además, no siempre te puedes anticipar porque no quieren comer o no quieren dormir, ¡Bienvenidos a la aDOSlescencia !Formas de anticiparse pueden ser:
Llevar siempre algo de comida en el bolso (una fruta, unas galletitas de arroz, lo que sea).
Llevar siempre un portabebé (nosotros siempre llevamos una Boba Air)
a mano por si quieren dormirse. O llévales en brazos si están muy
cansados y/o necesitan una cabezadita.
Si los niños se agobian con las aglomeraciones, evitalas también, especialmente con alerta de sueñambre.
El consejo es evitarlo lo máximo que puedas, pero no siempre es posible.
2) Respeta su autonomía.
El segundo consejo es que revises si estás proporcionando la
suficiente autonomía a vuestros hijos. En mis talleres siempre les hago
la misma pregunta a los padres que asisten, ¿De verdad es tan
necesario que un niño no se lave detrás de las orejas? ¿De verdad es tan
importante que combine bien los colores? ¿De verdad es tan grave que
derrame un poco de agua? Cuando un niño necesita ayuda te la va a pedir, las frases “Ayuda” y “No puedo mami”
son un semáforo verde para que intervengas (intervenir tiene más que
ver con animar, apoyar, acompañar, escuchar que con HACER) Saber si te
has extralimitado es muy sencillo, hay tres palabras mágicas e
inequívocas “Yo solito mami”. Si quieres saber como potenciar la autonomía de tus peques puedes leer aquí.
Saber si te has extralimitado es
muy sencillo, hay tres palabras mágicas e inequívocas “Yo solito mami”.
Confía en ellos, te sorprenderan.
3) Modera el uso del NO.
Desde mi experiencia, una de los detonantes de las rabietas es el uso
continuado del NO. Ya os he contado alguna vez que a Emma le encanta que
nos sentemos a observar en el parque. Pues una vez conté 30 noes en 5
minutos, el pequeñín lo aguantaba con una estoicidad impecable, aunque
estoy segura de que no entendía porque no podía subirse solo a un
columpio -nada peligroso-, porque le tenían que dar la mano para bajar
del tobogán, porque no podía quitarse el abrigo… Todo era no, acabo
teniendo una rabieta, y no me extraña. Forzarles a hacer cosas también
propicia las rabietas, como por ejemplo, obligarles a comer o decirles
que ropa tienen que ponerse. Si tienes que poner un límite claro, hazlo de forma positiva.
Por ejemplo, para que no coma comida del cubo de la basura, es mejor
darle la vuelta y en vez de decir “No comas comida de la basura”,
decirles “Si tienes hambre, podemos merendar, la comida de la basura
está llena de bacterias y te puedes poner malito”. Y por supuesto, si
llora o se enfada, acompáñale en su frustación. Evita tener en casa
chuches, pasar por tiendas con maquinitas y demás es muy
importante…. Hay niños que son muy complacientes y no quieren
disgustarse con sus padres, así que se resignan todo el tiempo. Con
estos niños hay que tener especial cuidado, porque de tanto refrenarse,
sus rabietas cuando ya no pueden más, acaban siendo apoteósicas…
4) Descarga adrenalina.Uno de mis trucos preferidos para prevenir rabietas es el juego bruto, es
muy divertido, te permite conectar con los peques, descargar toda la
agresividad y adrenalina del día a día, te permite reirte a carcajadas.
Busca un hueco para jugar a lo bruto con tus hijos cada día. Ah y juego
bruto para dramamamas puede ser cosquillas, saltos, volteretas en la
cama; y con papá, lanzar hijas hacia la cama desde un par de metros de
distancia. Tenemos que hacer un esfuerzo por confiar y respetar el juego
bruto de los niños y sus padres, esto va para nosotras, las dramamamás
5) Busca tiempo de calidad.
Otro de los detonantes suele ser que los niños perciben que no pasáis
el suficiente tiempo juntos. O que aunque paséis mucho tiempo juntos,
estáis pero no estáis (el móvil, la tablet, los quehaceres de la casa,
las tareas del trabajo…) Tampoco tenemos que sentirnos culpables, la
vida moderna, con conciliación absurda y tribu invisible es lo que
tiene… Pero si notáis que vuestros peques de repente tienen muchas
rabietas, haced un esfuerzo por pasar un tiempo especial, os lo
recomiendo especialmente cuando hay hermanos… A Abril le pasó cuando
nació su hermana, paso de tener una madre para ella sola a compartirla
todo el rato. Y de forma menos acusada, en épocas de mucho trabajo
suele haber más episodios.
6) Distraelos ¡y qué se muevan!.
Cuando la rabieta está empezando o son niños muy pequeños, a veces
funciona bien distraer (por supuesto depende del niño, pueden ofenderse
muchísimo también), ofrecer alternativas, negociar… Y recurrir al
absurdo y a situaciones inverosimiles también puede funcionar. Intentar
que los niños se muevan suele funcionar fenomenal, pues ayuda a los niños a recuperar el equilibrio entre los cerebros superior e inferior.
7) Controla TU rabieta.
Manten la calma, esta expresión tan enorme de sentimientos de
nuestros hijos suele remover mucho a nuestro niño interior. Porque a la
mayoría ni nos escucharon, ni nos contuvieron la mayor parte del tiempo.
Pero desde luego no hay nada que echar en cara a nuestros padres, a
ellos tampoco les enseñaron educación emocional nuestros abuelos…. A
veces es inevitable tener sentimientos negativos hacia nuestros hijos y
asoma la culpa, no dejes que te conquiste, rechazamos esos sentimientos
en nuestros hijos porque así nos han enseñado. Nosotros como padres somos agentes del cambio, ¿no es maravilloso?
En este vídeo se ve la gestion de una rabieta de dos formas distintas, ¿Qué os parece?
8) Delega o apártate.
Si no puedes mantener la calma tienes dos opciones: Si tienes suerte y
estas acompañado, delega, si está en casa el otro papá, un abuelo o una
amiga, cédele el turno. Si no estás acompañado, es más complicado, pero
si sientes que te está costando mucho controlarte, apártate antes de
que puedas hacerles daño, ya sabes “Los gritos de mamá duelen para
siempre”. Si está en plena rabieta circular no queda otra que aguantar
el chaparrón y evitar que se haga daño, pero si simplemente hay mucha
tensión, diles algo así como “Estoy muy nerviosa y necesito un tiempo para tranquilizarme, ahora mismo vuelvo y hablamos”. La mesa de la paz es genial para esto.
Por favor, no te sientas culpable, no siempre tenemos el mismo nivel de
paciencia y comprensión. Es mejor una retirada a tiempo, que un grito. Y
si finalmente ocurre, pide siempre disculpas. Sobre todo a ti mismo. No
es una muestra de debilidad sino de entereza.
9) Relativiza,
esa frustración que sientes hoy en un par de años sera una anécdota
más. Piensa en eso mientras intentas controlar tu rabieta, ten en mente mantras tipo “Todo esto pasará” y mantente en tu burbuja de paz (un sitio feliz en tu mente en el que sólo tú decides quien entra y sale). Esta es la parte que a mi me resulta muy difícil. Recuerdo
una rabieta de Abril en el Ikea, que no hacía más que
girar frenéticamente haciendo círculos en el suelo, no me toques, no me
hables, no me mires, no te vayas. Las miradas inquisidoras de la gente
me afectaban más que el estado en el que estaba mi hija. Desde ese día
tengo una burbuja y ni las miradas prepotentes nos traspasan – ya podían
haberme echado una mano, pero no fue el caso-.
10) Nombra los sentimientos, “Ponle un nombre para domarlo”. Cuando todo esté en calma, poned nombres a los sentimientos, para eso es genial El Emocionario
y el resto de cuentos sobre sentimientos que ya os he enseñado. Poner
nombres a los sentimientos es una forma de validarlos y normalizarlos, y
a los peques les ayuda a identificarlos en las siguiente ocasiones.
11) Protege a tu hijo/a.
En plena rabieta, tan sólo nos tenemos que preocupar de acompañar al
peque. Cada niño es distinto, así que algunos buscaran contacto y otros
todo lo contrario, algunos se alejarán y otros querrán pegarnos, o peor,
intentar hacerse daño a sí mismo. Nuestra función como padres es
siempre protegerles para que no se hagan daño (ni a nosotros tampoco).
Es esencial ser firmes, cuando pegan no permitirlo con rotundidad y
dulzura. Cuando baja la intensidad es el momento de reconectar con el
niño, es el momento de recuperarle, de sacarle de
VillaSentimientosconfusos a VillaPaz.
12) Respeta a tu hijo. Prácticas como gritar, regañar, ignorar, castigar no sirven, de hecho empeoran la situación. Cuando las rabietas son por situaciones derivadas de rivalidad entre hermanos es especialmente desaconsejable.
Tu hijo/a no es ningún tirano, es una persona que está sufriendo porque
ha perdido el control de sus sentimientos y no hay nada que desee más
en el mundo que recuperarlo. Antes de gritar (creeme, conozco bien ese
punto en el estás controlando ese grito en el fondo de tu garganta),
haz un esfuerzo por empatizar y reconectar con tu hijo. Por supuesto,
decirles que son buenos o malos por hacernos o no caso y/o insultarles
son comportamientos a evitar.
13) Usa la técnica del cerebro del niño. Según
este libro existen dos clases de rabietas, cuando el niño decide tener
una pataleta (cerebro superior, aún es dueño de sus emociones) y cuando
no puede evitarlo (cerebro inferior, cuando la amígdala toma el
control), en el caso de la segunda el proceso es el siguiente.
Conecta y dirige: Es necesario conectar emocionalmente e integrar
nuestro cerebro derecho con el suyo. Podemos acercarnos e intentar
abrazarle con un tono de voz dulce y tranquilizador
Explícale después: Una vez ya ha recuperado el control y está
receptivo, nombra los sentimientos y habla sobre lo que crees que ha
ocurrido.
Si os ha gustado esta técnica, tanto en el libro “El cerebro del niño” , como en el blog de Seño Punk podéis encontrar más información.
14) Valida todos los sentimientos de tus hijos.
Cuando estás en el momento rabieta, tu frustración y la de tu hijo son
máximas, pero si lo piensas fríamente, un conflicto evidente es mucho
mejor que uno latente. Como padres debemos validar todos los
sentimientos, alabar el amor, la ilusión, la bondad es fácil, pero la
paternidad no es fácil, el verdadero reto – y privilegio- es saber
acompañar también los sentimientos a priori negativos: La tristeza, el
enfado, la frustración, la rabia, los celos son emociones igual de
validas que el resto. Acéptalas y ayuda a tu hijo a aceptarlas también. Y
seguramente, mientras estés intentando enseñarle algo, él o ella te
enseñaran a tí muchísimo más. Naomi Aldort en su libro “Aprender a educar” explica muy bien esto.
15) Por último, céntrate en lo positivo,
ya os lo conté en la entrada sobre rivalidad entre hermanos, pero es
que debería ser así en todas las familias, haya o no hermanos. Tendemos a
ver el lado negativo de nuestros hijos, y nos cuesta más ver lo
maravillosos que son, las cosas tan increíbles que hacen y lo felices
que nos hacen. Lleva la positividad a tu crianza, que no pase un sólo
día sin que le digas a tus hijos lo extraordinarios que son y lo mucho
que les quieres. Desde hace unos meses, cuando noto que no estoy
centrada, uso la “Técnica de las gomas”,
consiste simplemente en ponerme de pulsera 6 gomas del pelo, 3 de un
color y 3 de otro. Y antes de que acabe la mañana, les he tenido que
decir 3 cosas positivas a cada una, nada forzado, que me salgan de
dentro. La mayoría de las veces no me son necesarios estos trucos, pero
si estoy agobiada por el trabajo, no me encuentro bien y/o estoy
premenstrual – y muy centrada en mi misma-, es una buena forma de
recordarlo.
Una cosa es clara: una pataleta jamás debería ser una batalla que uno de los dos tiene que ganar a toda costa.Violeta Alcocer
Nos divertimos mucho haciendo las fotos, actuando para parecer enfadada :)
Cómo veis no ha sido un compendio de
cosas que podemos hacer para que nuestros hijos se “porten mejor”, sino
consejos para que vosotros os enfrentéis y gestionéis, de la mejor forma
posible, la explosión de sentimientos tan normal y tan natural de esta
etapa de la infancia. Ya sabéis que no soy psicóloga, solo una simple
mamá. Hubiera podido resumir el post en esta frase “Pase lo que pase, nunca jamás pierdas la conexión con tu hijo”.
La mejor forma de enseñar empatía es practicarla nosotros, ¿no os
parece? ¿Tienes trucos, consejos o algo que compartir? Me encantará
escucharte, déjame un comentario.
Aquí os dejamos una cápsula educativa con recomendaciones para un manejo respetuoso de las
pataletas desde las necesidades emocionales del niño o niña.
Desarrollado por el Sistema de Protección Integral a la Infancia Chile
Crece Contigo.
A nosotros nos parece que está genial... pero nos gustaría matizar una cosa. Dicen que luego se puede hablar con tranquilidad sobre lo que
ha pasado y buscar nuevas formas de expresión, pero eso es de nuevo
decir que las rabietas son malas y no lo son, no
hay que hacerles ver eso, simplemente hacer todo lo demás que dicen en
el vídeo, acompañado de juego y distracción cuando haga falta. Vamos,
que no es bueno que se sientan culpables por tener rabietas, el resto
del vídeo nos parece fantástico, pero queríamos matizar eso.
Para hablar de lo que significa criar sin castigar lo primero que tenemos que saber es a qué nos estamos refiriendo. Porque lo cierto es que muchas personas dicen que no castigan cuando en realidad lo que quieren decir es que no pegan a sus hijos, o que no les encierran en una habitación hasta que se les pase el “berrinche”. Pero la realidad es que se castiga y mucho, porque es lo que sabemos hacer, es lo que hemos aprendido, es lo que nos han enseñado y nos cuesta mucho encontrar alternativas.
Un castigo es una herramienta de modificación de conducta. ¿Qué quiere decir esto? Más allá de lo que quiera decir a nivel psicológico o pedagógico, el hecho de que sea un medio para conseguir un fin es muy importante. Es decir, por mucho que nos intentemos convencer de los contrario, un castigo no es el resultado de una mala acción, sino que es una acción que se realiza con el objetivo de conseguir un resultado; no es un porque, es un para qué.
Utilizando un lenguaje psicopedagógico, un castigo consiste o bien en la aplicación de un estímulo negativo o en la retirada de un estímulo positivo con la intención de modificar o extinguir una conducta determinada en un sujeto. Por ejemplo, dar un cachete es aplicar un estímulo negativo, cancelar la visita al zoo que teníamos esta tarde es retirar un estímulo positivo. Pero ninguna de ellas es mejor (ni peor) que la otra, ambas se basan en el mismo proceso psicológico: conseguir que la conducta que no nos gusta tenga una consecuencia desagradable y por lo tanto, la persona (en este caso el niño) acabe por dejar de realizarla.
Es necesario aquí distinguir un castigo de una consecuencia lógica. Primero porque, como comentaba antes, un castigo no es una consecuencia, sino una acción en sí misma. Y segundo, porque otra de sus características es que es arbitrario, es decir, puedo elegir cualquier estímulo como castigo, esté o no relacionado con la conducta que quiero modificar. Por ejemplo, si no te comes las lentejas, no verás la tele. No hay conexión entre comer y ver la tele. En cambio, una consecuencia lógica es algo que no estamos imponiendo para modificar una conducta que a nosotros nos desagrada, sino que es algo que es inevitable. Ejemplo, si no dejas de asomarte a la ventana del 6º piso tendré que cerrarla… En este caso sí es una consecuencia, y se deriva directamente de la actividad que se está desarrollando que puede, por ejemplo, suponer un peligro potencial.
Pero volvamos a los castigos. Funcionan. Los castigos funcionan. Son fáciles de aplicar y sus resultados se obtienen con relativa prontitud. Entonces… por qué algunos padres, madres y profesionales abogamos por una manera de criar y educar sin castigar??
En primer lugar porque, como ya he comentado, los castigos son una técnica de modificación de conducta, y me pregunto en muchas ocasiones si estoy legitimada para modificar la conducta de nadie desde el exterior, otorgándome la potestad de decidir desde fuera lo que está bien y lo que está mal. Nuestros hijos pueden comportarse de una manera que nosotros no esperamos, que no compartimos, que no utilizaríamos, pero normalmente esa conducta no es gratuita, no está ahí para molestar (ni a nosotros ni a otras personas), sino que probablemente tenga alguna función (el niño nos manifiesta su malestar por alguna cuestión física o emocional –le duele la pierna, está disgustado porque su amigo no ha podido venir a comer, está enfadado porque ha tenido que ir a clase de piano en lugar de quedarse a jugar al fútbol-, el niño puede no conocer las consecuencias de alguna de sus actividades –puede no saber que ese jarrón que está usando para hacer experimentos de barro es una herencia de la bisabuela, puede no entender que nos duela horrores la cabeza- o simplemente tiene una necesidad que nos está comunicando… sueño, hambre, sed… o atención)
En segundo lugar, porque con un castigo no profundizo en la comprensión de la conducta que quiero modificar o eliminar. Es decir, el niño no aprende que hablar o cantar o gritar GOOOOL mientras mamá habla por teléfono hace difícil la comunicación de mamá… entiende que si mamá habla por teléfono mejor callarse porque si no me echan fuera, o me gritan para que no grite yo, o incluso me dan un cachete si protesto porque lo que tenía que decir era importante. ¿He aprendido algo sobre el respeto a los demás, sobre respetar los tiempos, espacios, conversaciones de los otros? O he dejado de hacer algo por miedo a las consecuencias?? He aprendido a tener miedo??? En este sentido, nos volvemos cada vez más dependientes de los demás, dejando de ser capaces de reconocer por nosotros mismos lo adecuado o inadecuado de nuestras acciones, y basando nuestra manera de comportarnos en la aprobación o desaprobación externa. Como motivación, bastante deficiente… como estilo de vida, casi lamentable.
Me gustaría hacer una mención especial a los premios y recompensas. Al flan de postre si te comes las verduras, a la chuche si acabas los deberes o a la pegatina con sonrisa si no protestas en todo el día. Los premios y recompensas son la otra cara de los castigos. Funcionan de la misma manera, aunque parezcan mucho más amables. También ponen el acento fuera de la conducta, y también nos hacen depender de los componentes externos para funcionar. Pero además, los premios tienen un agravante… y es que a medida que los niños crecen deben ir incrementándose en cantidad y calidad, pues a ningún adolescente le haremos recoger su habitación prometiéndole una pegatina.
Ahora bien, qué alternativas tenemos para criar y educar a nuestros hijos? Cómo podemos educarlos, criarlos, sin recurrir al castigo, al chantaje y/o a la amenaza. Básicamente, comprendiendo.
Comprendiendo en primer lugar que los niños tienen unas necesidades, unos tiempos y un uso del espacio diferente al de los adultos.
Comprendiendo que no existe una manera estándar de hacer las cosas, que lo que está bien y lo que está mal es relativo.
Siendo sinceros con nosotros mismos y preguntándonos por qué no estamos permitiendo cierta conducta, si es una cuestión realmente importante o es algo que se hace así porque siempre se ha hecho así.
De esta manera encontraremos muchos menos motivos de conflicto con nuestros hijos, y ellos se acostumbrarán a que cuando una cosa no puede ser, cuando negamos algo, cuando pedimos algo, cuando posponemos algo, será por una razón verdaderamente importante. Es mucho más fácil aceptar que no se puede hacer una cosa que aceptar que no se puede hacer casi nada, y entonces no es necesario recurrir a ninguna técnica educativa, psicopedagógica coercitiva pues los niños entienden simple y llanamente que no todo puede ser.
Por otro lado, es importante hablar con nuestros hijos. Dialogar y entender sus motivaciones. Y en ocasiones, cuando tienen razón, ceder. Ceder a su petición, a su comportamiento o incluso a su mal humor (bastante tienen a veces con aceptar que no es posible hacer algo para, además, aceptarlo de buen grado). Ceder nosotros es la manera de enseñarles a ceder ellos. Reconocer que nos equivocamos es la manera de enseñarles a reconocer los errores.
Este camino es difícil. Es más lento. Pero os aseguro que es infinitamente más gratificante. Increíblemente más divertido. Y por si alguien lo duda, también funciona.
Pero ¿qué ocurre cuando no se permite la manifestación del instinto en los primeros años de vida reprimiendo las manifestaciones
agresivas? El niño ve ahogadas sus expresiones reivindicativas que toman
diversas formas según su momento de crecimiento, por lo que ese impulso se va
mermando, perdiendo el contacto con algunas de sus necesidades básicas,
alterando como consecuencia de ello su ritmo biológico. Todo ello ocasiona un
remanente “pulsional” (necesidad de cariño, de placer, de contacto con las
cosas, de exploración) que puja por salir y que al no poder hacerlo provoca
frustración y rabia, estableciéndose una base destructiva inconsciente que
puede manifestarse posteriormente, bien a través de síntomas o de actitudes
sádicas y violentas en función de las circunstancias del momento y del grado de
represión vivido en la infancia y la adolescencia.
Imagen extraida de globedia.com
Por eso una rabieta o una expresión de rabia no tiene el
mismo significado en todos los niños al estar condicionado por las vivencias
que ha tenido anteriormente, siendo este un factor diferencial muy importante a
la hora de abordar dinámicas de violencia más graves que se pueden generar en
los sistemas familiares, partiendo siempre de la confianza en el niño, el
respeto y la tolerancia.
En este sentido el pedagogo inglés, fundador de la escuela
“Summerhill”, A.S.Neill, escribió: “Actualmente deposito mi confianza en la
libertad, la libertad da buen resultado en todos los casos, aunque no es
totalmente terapéutica para los niños que estuvieron huérfanos de amor en la
primera infancia.... La libertad no se apuntala con palabras sino con hechos.
La mejor forma de curar a un niño que desea romper ventanas consiste en sonreir
y ayudarlo a demoler los vidrios”. Porque solo si el niño se ve aceptado y
reconocido desde su realidad sea cual fuera, puede estar receptivo a sus
propios procesos y generará cambios.
En realidad es a través del amor como la agresividad
ejercerá su función ecológica. Mientras que con nuestra incomprensión e
intolerancia, o sencillamente nuestra posición narcisista de pensar que somos
los que sabemos y los niños los que no saben y por tanto tan solo pueden
aprender —sinónimo de sometimiento, al estilo “supernani”— será suficiente para
bloquear lo instintivo, lo natural, y anular el diálogo desde lo viviente,
desde el amor. Lo que facilitará personas con estructuras encogidas, débiles,
vulnerables y con tenencia al sometimiento; o bien narcisistas, fanfarronas y
sádicas, todo lo cual sintoniza con la realidad social en la que vivimos y por
tanto la sostiene y refuerza.
Como solía decir mi mentor Federico Navarro, neurosiquiatra
italiano, poder decir “no” es señal de seguridad personal que refleja un yo
fuerte, sin miedo, y por tanto es la base para el respeto y la solidaridad
social."
Cómo actuar ante la
negación de los niños
Para el niño la negación es una forma de mostrarse al mundo
y por tanto forma parte del proceso de identidad que el adulto puede favorecer
con sus actos.
Durante los primeros tres años:espejo
En cuanto reacción visceral, vinculada a su instinto de
autoconservación y su agresividad natural de cachorro mamífero, observarla sin
juzgarla, incluso valorarla positivamente tanto a través de la palabra como
desde la empatía.
De los cuatro a los siete años:Yo-Otro
Al ser una edad en la que lo instintivo se va integrando con
lo raciónal , la negación, se mostrará confianza en su decisión final
escuchando su negativa verbal o corporal y si no es acorde a la posición del
adulto, se le pueden plantear sugerencias y posibles alternativas con un
razonamiento básico para que pueda elegir.
A su vez es la edad donde los padres tienen que hacerle ver
sus opiniones, inquietudes y necesidades para que, al igual que hace el adulto
las vaya reconociendo, respetando ,teniéndolas presentes en sus opciones:
Yo-otro
De los ocho años en adelante:Yo con los otros
Al existir ya una capacidad para participar activamente en
lo grupal y lo social, las negaciones tienen que tener un sentido y unas
razones que, cuando supongan conflicto de intereses , deben ponerse los medios
para el contraste, y la búsqueda de soluciones y decisiones de forma conjunta y
con compromisos y pactos establecidos previamente que se deben respetar y
cumplir, en cuanto han sido decisiones tomadas por él mismo. Facilitando la
cooperación y la solidaridad: Yo con los otros
En el caso en que el niño haya vivido un distres o violencia
traumática durante la vida intrauterina y los primeros meses de vida
extrauterina las negaciones serán reactivas, disfuncionales, buscando la
descarga de tensión a través de la catarsis motriz y de la negación
destructiva.
EXTRAIDO DE MI ULTIMO ARTICULO PUBLICADO EN MENTE SANA:
"COMPRENDER EL "NO" DE LOS NIÑOS.( MES DE JUNIO, NUMERO 93)
Nuestro bebé crece y sobre los 18 meses aparece la famosa etapa del No, que a los papás y mamás tanto nos da que hablar.
¿Por qué nos dice a todo que no?
A muchos padres nos entra la paranoia y pensamos que el niño es un cabezota, un caprichoso, que nos está tomando el pelo… y empezamos a plantearnos los famosos límites.
A esta edad nace el impulso de autonomía, el pequeño está aprendiendo que es un ser individual, ya tiene libertad de movimientos y necesita reafirmarse mediante manifestaciones de voluntad propia, es una actitud perfectamente normal y sana. Esta etapa es también aprendizaje, y de nosotros depende respetársela.
Está claro que los límites son necesarios y estructurales y que cada familia decide cuales son los más apropiados para ellos. A algunas familias les parecerá un límite claro que no se salta en el sofá, mientras que para otras esto carece de importancia.
Lo que sí es muy importante para el niño es la forma en la que se ponen estos límites.
Antes de establecer un límite deberíamos plantearnos las siguientes cuestiones:
¿Cuál es el objetivo de la norma? ¿Para qué sirve? ¿Por qué lo estamos poniendo? ¿Es una forma de ayudar al niño o impaciencia y mal humor del adulto?
Para nosotros los límites que tienen que ser respetados son pocos.
Límites de seguridad, tratando de que estos sean reales y no basados en nuestros propios miedos.
Límites de respeto, en la relación con los demás.
También es importante utilizar las el lenguaje apropiado a la hora de establecer las normas. Casilda Rodrigáñez lo explica a la perfección es su texto: “Poner límites o informar de los límites”:
La autora propone que, ante cualquier límite que se oponga a los deseos de nuestra criatura, nos situemos incondicionalmente del lado de sus deseos; y en lugar de considerarlos meros caprichos improcedentes, los analicemos honesta y sinceramente con ella, junto con todos los factores que intervienen en la situación, para después tomar una decisión conjuntamente.