Nuestro bebé crece y sobre los 18 meses aparece la famosa etapa del No, que a los papás y mamás tanto nos da que hablar.
¿Por qué nos dice a todo que no?
A muchos padres nos entra la paranoia y pensamos que el niño es un cabezota, un caprichoso, que nos está tomando el pelo… y empezamos a plantearnos los famosos límites.
A esta edad nace el impulso de autonomía, el pequeño está aprendiendo que es un ser individual, ya tiene libertad de movimientos y necesita reafirmarse mediante manifestaciones de voluntad propia, es una actitud perfectamente normal y sana. Esta etapa es también aprendizaje, y de nosotros depende respetársela.
Está claro que los límites son necesarios y estructurales y que cada familia decide cuales son los más apropiados para ellos. A algunas familias les parecerá un límite claro que no se salta en el sofá, mientras que para otras esto carece de importancia.
Lo que sí es muy importante para el niño es la forma en la que se ponen estos límites.
Antes de establecer un límite deberíamos plantearnos las siguientes cuestiones:
¿Cuál es el objetivo de la norma? ¿Para qué sirve? ¿Por qué lo estamos poniendo? ¿Es una forma de ayudar al niño o impaciencia y mal humor del adulto?
Para nosotros los límites que tienen que ser respetados son pocos.
- Límites de seguridad, tratando de que estos sean reales y no basados en nuestros propios miedos.
- Límites de respeto, en la relación con los demás.
La autora propone que, ante cualquier límite que se oponga a los deseos de nuestra criatura, nos situemos incondicionalmente del lado de sus deseos; y en lugar de considerarlos meros caprichos improcedentes, los analicemos honesta y sinceramente con ella, junto con todos los factores que intervienen en la situación, para después tomar una decisión conjuntamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario