(Texto de Violeta Alcocer)
Alrededor de los dos años los niños atraviesan un momento especialmente
delicado en sus vidas. Se ha venido a llamar “los terribles dos” o “la
primera adolescencia” porque representa el primer gran cambio, la
primera gran transformación en la vida de nuestros hijos.
Las
primeras manifestaciones de este momento son claras: rabietas (esto es
lo más característico), indecisión, ambivalencias (quiero esto, ahora no
lo quiero, ahora sí), necesidad de mimos y cercanía constantes o todo
lo contrario (ni me toques, yo no me hecho daño, etc..), agresiones,
cambios de humor, de sueño, de apetito…
El control y la maduración de las emociones y la interiorización de límites son los caballos de batalla de esta etapa.
Desde
el punto de vista del desarrollo, alrededor de los dos años tiene lugar
un descubrimiento muy importante para el niño que es el “yo” , es
decir, la capacidad de verse y entenderse a sí mismo como una persona
diferente de la madre.
Este descubrimiento arrastra consigo
grandes emociones (yo puedo hacerlo todo solo! Me como el mundo, etc..)
pero también grandes ansiedades (no me dejes sólo, qué miedo da el
mundo, qué frustrante es todo, etc..). Es como si el pequeño “estrenase”
una ropa que todavía no le ajusta perfectamente.
En el plano
afectivo, esto significa que el pequeño comienza su “autorregulación”
emocional. Si hasta ahora el límite de la emoción lo encontraba en la
contención materna, a partir de ahora el niño se enfrenta a la tarea de
comenzar a contener por él mismo sus emociones (por eso ahora parece no
bastar con nuestro interés o nuestra empatía).
Junto a este
proceso, a nivel cognitivo tiene lugar en esta etapa el nacimiento y
afianzamiento de la capacidad simbólica, que va profundamente unida al
desarrollo del lenguaje y del pensamiento formal. Así, nuestro pequeño
cambia radicalmente su forma de “pensar”, es decir de elaborar los
sucesos que ocurren tanto fuera como dentro de él. Al disponer del
lenguaje y de la función simbólica, el pequeño va a ser capaz de
organizar su pensamiento (y con él sus deseos, sus criterios, establecer
relaciones causales entre los sucesos, encontrar similitudes y
diferencias, etc..).
En este momento comienza a tener acceso a unas
herramientas cognitivas cada vez más sofisticadas y gracias a esto
tendrá acceso a aprendizajes cada vez más complejos.
Sin embargo,
todo este avance (el nacimiento del yo, el acceso a la función
simbólica, el lenguaje, el pensamiento..) no ocurre de un día para otro
ni todo a la vez. El pequeño avanza a trompicones y los desajustes son
parte del proceso. Desajustes que se viven en su forma más llamativa en
las rabietas: cuando el pequeño “patina” en el control emocional y
pierde el control a todos los niveles.
Si antes era a través de
la madre, a partir de este momento será él mismo quién tendrá que
localizar o generar paulatinamente sus propios recursos internos para
manejar la rabia, la ira, la frustración, la agresión... de forma
adaptativa.
Como el desarrollo no sucede de la noche a la
mañana, básicamente lo que son las rabietas es un desajuste tremendo
entre las nuevas capacidades junto el material afectivo que tiene el
niño que manejar con los limitados recursos de los que aún dispone.
No hay comentarios:
Publicar un comentario